Si hay alguien que no ha construido nunca nada positivo es el odio.
Al contrario, está en el origen de los conflictos, en la negación del desarrollo verdadero, de la germinación del bien y de la convivencia.
El odio se encarga de la exclusión del bien. Está presente en él desprecios, la mentira, la corrupción, la codicia, la ambición de poder, etc., en lo oscuro, o sea, en la ausencia de Luz.
Para conocer un problema humano, y cual es el problema mismo, es indispensable estar lejos de esa tenebrosidad. Ver según la Verdad y no a través del engaño, y menos del engaño continuo.
Si se tiene en cuenta lo manifestado y reiterado, sin el menor rubor, por determinadas personas, ellos mismos se han situado en su lugar opaco. Es resto, quienes no odian, no queremos odiar, quienes no queremos aprender a odiar, no aceptamos sus imposiciones ni las obsesiones ni las exigencias del odio que, al final, son limitaciones de la persona y de la misma dignidad de la persona.
En la perfección: «amarás a tu prójimo como a ti mismo».
En la práctica, la firmeza de exponer la palabra precisa y la certeza de su significado y el respeto a todos, que en España es a la Constitución de 1978, aprobada por la mayoría que se conoce.
La Democracia no se puede fraccionar, de manera que hacerla prevaler contra sí misma, por territorios bajo la misma Constitución es un absurdo. Y las nostalgias y errores en que se basa el razonamiento absurdo no favorecen a nadie.
Los principios universales no se pueden dividir al antojo de nadie y los que inspiran la convivencia civilizada de la civilización, tampoco, porque derivaría en la incivilización.
Al mismo tiempo, y por ello, es necesario resaltar que el Evangelio tampoco puede ser fraccionado, rebajándolo a cualquier interpretación, según la conveniencia del mundo o de una circunstancia o variabilidad artificial, por muy premeditada y calculada que se pueda presentar.
Así, la Paz se entiende, se defiende, se vive y se sostiene en el espacio libre de odio e igualmente libre de sus filiaciones instintivas y negativas.
La inteligencia lo sabe y la justicia lo comprende y lo prevé. Y la ley verdadera, no cualquier texto urdido e impregnado de errores, está en el deber de garantizarla y de distinguir el bien del mal. La intención.
Por lo que, para hablar en el futuro es necesario evitar ser atrapados en cualquier círculo de odio y de los mismos tintes de ese cuadro sin un sólo brochazo de sensatez.
La civilización, España, abandonó la transmisión primitiva de la subcultura de la tribu hace tiempo. Ya no se compone de esos integrismos que dan los resultados que fueron sus modos de convivencia arcaicos y destructivos. No se nos puede obligar a regresar a ellos. No es admisible para la razón, para la ética, para la moral, para la economía, para la civilización, para la creatividad, para el Arte, ni para la sostenibilidad.
España somos un país que no se niega a ser querido ni admite ser atropellado ni anulado por nadie.
Desde hace siglos estamos en la creación de la con ciencia de Europa, a pesar de episodios con una perspectiva baja o poco deseable. Hoy no es así, el mundo entero lo sabe, lo entiende y nos apoya.
Y porque la estabilidad europea, o sea, mundial, depende también de nosotros. Por eso sobran los discursos huecos, sólo colmados de engreimiento y ausentes del verdadero significado de un pueblo oculto, responsable, que está por encima de la zafiedad y de la manipulación, que no puede seguir dictándonos sus desvaríos.
España es una Verdad Universal con Idioma Universal y Alma Universal. Por tanto, indivisible.
Daniel Alejandro Contreras Uriel